Santoral del día
- Santuario San Judas Tadeo

- 5 ago 2024
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6 de agosto 2024
Transfiguración del Señor
La fiesta de la Transfiguración tuvo su origen probablemente en la conmemoración anual de la dedicación de una basílica construida en el monte Tabor para honorar este evento milagroso de la vida de Jesús. Se celebraba ya a finales del s. V. Según una antigua tradición, el episodio de la Transfiguración tuvo lugar 40 días antes de la crucifixión de Jesús; así, la fecha de la fiesta se fijó 40 días antes de la de la Exaltación de la Santa Cruz (el 14 de septiembre). Comenzó a celebrarse en occidente a partir del siglo IX, y fue incluida en el calendario romano por el Papa Calixto III en 1457, en agradecimiento por la victoria de las tropas cristianas contra los turcos, que amenazaban seriamente occidente, en la batalla de Belgrado del año precedente. En el centro de la fiesta está, por supuesto, el misterio de la Transfiguración, que se enlaza con la visión del Anciano sentado sobre el trono de fuego y la aparición del Hijo del Hombre (cfr. Primera Lectura).
Del Evangelio según San Marcos
“Seis días después, Jesús tomó a Pedro, Santiago y Juan, y los llevo a ellos solos a un monte elevado. Allí se transfiguró en presencia de ellos. Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, tan blancas como nadie en el mundo podría blanquearlas. Y se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús.
Pedro dijo a Jesús: «Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Hagamos tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías». Pedro no sabía qué decir, porque estaban llenos de temor.
Entonces una nube los cubrió con su sombra, y salió de ella una voz: «Este es mi Hijo muy querido, escúchenlo».
De pronto miraron a su alrededor y no vieron a nadie, sino a Jesús solo con ellos.
Mientras bajaban del monte, Jesús les prohibió contar lo que habían visto, hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos. Ellos cumplieron esta orden, pero se preguntaban qué significaba «resucitar de entre los muertos»”. (Mc 9,2-10)
Los tres discípulos en la montaña
Santiago, Juan y Pedro son los tres discípulos más cercanos a Jesús, elegidos ya anteriormente como testigos de la resurrección de la hija de Jairo (cfr. Mc 5, 37-43); más tarde, serán también testigos de su oración en el huerto de Getsemaní, la víspera de la pasión (cfr. Mc 14, 32-42).
El profeta Isaías dice que “al final de los tiempos la montaña de la Casa del Señor será afianzada sobre la cumbre de las montañas” (Is 2,2). La subida al monte de Jesús y los tres discípulos se hace eco de otras “subidas” y otras experiencias de manifestación de Dios: el monte Horeb/Sinaí (Ex 3, 1; 24, 12-18), la subida y bajada de Moisés (Ex 19-34), la experiencia de Elías ( 1Re 19, 1-18). En la montaña, Jesús revela a sus discípulos que su vida es mucho más profunda que lo que "ven" y lo que "saben". Pero lo más interesante es que Jesús revela que la pasión y la muerte hacia las que va no suponen la destrucción, el final, sino la realización plena de la persona, porque darán paso a la gloria.
Se transfiguró, en diálogo con Moisés y Elías
"Se transfiguró": el evangelista es muy conciso al relatar este hecho. Sabemos por Lucas que Jesús subió a orar (Lc 9, 28): la transfiguración es, pues, un acontecimiento de oración en el que Jesús muestra su ser Uno con el Padre (cfr. Jn 10,30). Y en este diálogo, durante el que "sus vestiduras se volvieron resplandecientes", Jesús se revela como la Luz del mundo (Jn 12,46).
Elías, padre de los profetas; Moisés, guardián de la ley. En ellos se recoge toda la historia del Antiguo Testamento. Moisés había recibido como regalo diversas manifestaciones de Dios, y fue precisamente a causa de esta intimidad de amistad que su rostro brilló (cfr. Ex 34,29-35).
Junto a Moisés está Elías, el padre de los profetas que, habiendo subido también a la montaña, escucha a Dios “en el rumor de una brisa suave" (1 Reyes 19:12). Representa la síntesis ideal de toda la hueste de profetas que cerrará Juan el Bautista, quien es el último profeta, el "nuevo Elías" (cfr. Mt 11,14).
En este diálogo (el evangelista Lucas añade que el Señor, Moisés y Elías hablaban "de la partida de Jesús, que iba a cumplirse en Jerusalén”, Lc 9, 31), Jesús se revela como el auténtico intérprete de la Ley y la Profecía, el que, empezando por Moisés y siguiendo por todos los profetas, explica en todas las Escrituras lo que se refiere a Él (cfr. Lc 24, 27, Emaús). Y el evangelista Lucas señala asimismo la presencia de los "dos hombres" en el sepulcro vacío el día de Pascua: "Mientras las mujeres seguían dudando, he aquí que aparecieron cerca de ellas dos hombres con vestiduras deslumbrantes" (Lc 24, 4); Moisés y Elías interpretan las palabras pronunciadas por Jesús en su vida y proclaman que Jesús, el Crucificado, ha resucitado (cfr. Lc 24,4-7).
Tres tiendas
Pedro expresa su alegría por lo que está viviendo, pero también revela lo mucho que aún no ha comprendido. Quizás esté pensando en la alegría de poder encontrarse con Dios en la "tienda" (cfr. Ex 33, 7-11), o se refiera a la fiesta de las Tiendas/Sukkot, olvidando que, en todo caso, será Dios quien "construya" la tienda (cfr. 2 Sam 7; Is 66, 1 y ss), como vemos en el prólogo de Juan: "Y el Verbo se hizo carne y acampó entre nosotros" (1, 14).
Una nube del cielo
La experiencia del Éxodo sirve aquí de fondo: la extenuante marcha del pueblo por el desierto, guiado por una nube (Ex 13, 21 y ss); la nube en el monte Sinaí (Ex 19, 16); la nube que acompaña al tabernáculo (Ex 40, 34-35) que custodiaba "la ley" de Dios; y, por último, la nube que desciende sobre Jesús, quien dirá que "los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad, porque esos son los adoradores que quiere el Padre" (Jn 4, 23), cuando ya no se necesiten ni montañas ni tabernáculos especiales.
Una Voz
En el momento del bautismo de Jesús, también se oyó la Voz del cielo (Mc 1,11); ahora, esta misma Voz es oída por los discípulos. “Escúchenlo” es el eco del Shemá -"Escucha, Israel" (Dt 6,4)- y de las palabras de Moisés: "El Señor, tu Dios, te suscitará un profeta como yo de entre tus hermanos. A él le prestarás atención (Dt 18:15)”. La voz en la montaña señala a Jesús, sólo a Él, como Aquel que debe ser escuchado ahora: Él es la Palabra viva, la Palabra de vida, de verdad (cfr. Jn 14,6). A partir de Él se debe interpretar lo que dijeron Moisés y Elías: el centro ha cambiado. Y esto pone en dificultades a los discípulos, porque Jesús no se corresponde con la imagen que se habían formado de Él. Y, sin embargo, hay que escucharlo, sin avergonzarse de Él y de su Palabra (cfr. Mc 8,38).

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