Santoral del día
- Santuario San Judas Tadeo

- 24 may 2024
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25 de mayo 2024
Cada 25 de mayo celebramos a San Beda, cuyas homilías inspiraron el lema del Papa Francisco
"El tiempo de mi partida ha llegado y mi corazón anhela ver la belleza de Cristo, mi Rey", dijo antes de morir el Doctor de la Iglesia y patrono de los historiadores, San Beda, cuyas homilías inspiraron el lema pontificio del Papa Francisco.
Por ser además lingüista y traductor, sus trabajos con los escritos latinos y griegos de los primeros Padres de la Iglesia contribuyeron de manera significativa con el cristianismo inglés.
En sus homilías, San Beda hizo una reflexión del episodio evangélico de la llamada de Jesús a San Mateo, y escribió: "Vidit ergo Iesus publicanum et quia miserando atque eligendo vidit, ait illi Sequere me (Vio Jesús a un publicano, y como lo miró con sentimiento de amor y lo eligió, le dijo: Sígueme)".
De estas palabras, el Papa Francisco tomó la frase "miserando atque eligendo", que aparece en su escudo papal, ya que es un homenaje a la misericordia divina que el Pontífice experimentó en su juventud, después de una Confesión.
San Beda nació por el 672 o el 673 en Wearside o en Tyneside (Reino Unido), muy cerca al monasterio de San Pedro en Wearmouth, a donde ingresó con tan sólo siete años de edad. Su formador allí fue San Benito Biscop.
Años después, San Beda fue al monasterio de Jarrow y tuvo como nuevo maestro a San Celofrith. Se dice que se ordenó de diácono con 19 años y luego, con 30 años, fue ordenado sacerdote por San Juan de Beverley. Escribió muchos libros, siendo su obra maestra la "History of the English Church and People" (Historia de la Iglesia y del pueblo inglés).
San Beda, conocido como el Venerable, partió a la Casa del Padre el 25 de mayo del 735. En 1899 el Papa León XIII lo nombró Doctor de la Iglesia por su importante aporte teológico.
Oración a San Beda
Venerable San Beda, te pedimos que intercedas por nosotros para que con la gracia de Dios Todopoderoso seamos capaces de alcanzar la paz verdadera de nuestra alma, aquí en la tierra, despojándonos de los deseos materiales, de querer ser algo que no somos, queremos ser humildes y dóciles de corazón, que no nos importe el juicio de aquellos que no siguen a Cristo y que no tengamos miedo a las persecuciones del mundo.
Ayúdanos, reza por nosotros en el cielo, tú que lleno de virtud eres escuchado por Dios, alcánzanos la fortaleza de la fe, de la perseverancia y de la firme voluntad de hacer lo que el Señor nos pide, así estaremos en paz, y podremos ver claramente el camino que debemos seguir en cada momento.
Y así gozaremos de la alegría de reconocer el rostro de Cristo, nuestro creador, cuando obtengamos la gracia de su amor inmenso en la eternidad.
Por nuestro Señor Jesucristo, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.
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