Jornada Mundial de la Misiones 2024: ¡Invitemos a todos al banquete!
- Santuario San Judas Tadeo

- 20 oct 2024
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Desde el año 1926 nuestra Iglesia Católica celebra la Jornada Mundial de las Misiones, una fecha especial instituida por el Papa Pío XI para promover la acción misionera y evangelizadora universal, así como recolectar fondos para su desarrollo.
La Jornada Mundial de las Misiones se celebra el penúltimo domingo del mes de octubre, que este año corresponde al domingo 20.
En su mensaje para esta Jornada Su Santidad Francisco nos propone el lema: «Vayan e inviten a todos al banquete» (Mt 22,1-14) extraído de la parábola del banquete nupcial, donde el rey al ver que los invitados no llegan a la celebración envía a sus servidores a invitar «a todos los que encuentren».
De esto se trata la misión evangelizadora de la Iglesia y así nos lo explica el Papa Francisco, es un salir al encuentro de todos, independientemente de quienes sean, e invitarlos al gran banquete que es Jesús Eucaristía, invitarlos a encontrarse con su amor. Esta misión, es la misma que Jesucristo nos asignó antes de su ascensión a los cielos: «Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación.» (Mc 16,15) Esta es la misión cristiana por excelencia: la evangelización.
Pero evangelización entendida como un compartir, no como un obligar, así también lo aclara Su Santidad. Porque quien invita no obliga, sino que comparte, y lo que buscamos compartir como cristianos es la belleza misma del amor de Dios, su salvación y misericordia. Así debemos salir al encuentro del otro para abrazarlo e invitarlo a encontrarse con Dios, ofrecerle desde el primer momento una cercanía íntima con el Padre que solo podemos vivir si ya previamente nos encontramos unidos a Él en comunión. En una comunión y un gozo que solo puede proveernos el Espíritu Santo.
Ocurre algo místico cuando salimos de misión, quien haya tenido la oportunidad de misionar lo sabe. Hay un cambio en el misionero y en quien lo recibe, y nada tiene que ver con las palabras que pronunciamos, sino con el obrar del Espíritu Santo que derrama gozo en los corazones de quienes comparten la buena nueva y de quienes la reciben. Es un gozo único e incomparable. Es también una experiencia transformadora para ambos. Y esta acción del Espíritu Santo nos lleva a compartir con sumo amor el mensaje evangelizador, sin coaccionar al otro ni hacer proselitismo, más bien mostrando cuán grande, hermoso y compasivo es el amor de Dios.
Este es el eje central de la Jornada Mundial de las Misiones o DOMUND, como se le conoce en España y algunas regiones de América Latina. DOMUND es la abreviación de DOmingo MUNDial de las Misiones, un domingo especial y diferente donde todos unidos como cristianos oramos y rezamos por las misiones, recolectamos fondos y, lo más importante, se organizan y ejecutan diversas misiones de evangelización a nivel parroquial, diocesano y mundial.
Salir al encuentro del otro es la misión principal de todo católico. Por ello el Papa Francisco nos habla siempre de una Iglesia en salida. Pero estos otros a los que vamos son todos, sin exclusiones ni distingo alguno, ni de razas, credos, condiciones sociales, morales o géneros. En fin, se trata de una Iglesia que sabe que el amor de Dios es para todos, no hace acepción de personas y por ende debe compartirse por igual. Y en este compartir por igual hay otra clave de la misión, es compartir el amor de Dios o a Dios mismo sin privatizarlo, sin hacerlo tan propio y personal que se quede estacado en los grupos, los templos o en mi propia concepción de las cosas. Porque el Señor es el Señor, Él decidió darse por todos y lo único que nos pide es que lo compartamos.
En su mensaje para esta Jornada el Papa Francisco también reflexiona sobre la entrega y la urgencia que las primeras comunidades cristianas tenían sobre la evangelización. Era una misión asumida en clave escatológica y con la urgencia de querer acercar lo más posible a todos los corazones al amor de Dios. Hoy, el Papa nos invita a retomar ese celo misionero. Nos invita a salir de nuestras propias zonas de confort y llevar el mensaje del Evangelio desde nuestra propia experiencia de vida cristiana. No hace falta ser un erudito, un teólogo, ni tener una capacidad expresiva muy letrada para compartir con los otros el testimonio del obrar de Dios es nuestras vidas. Es ese testimonio, más que otra cosa, lo que conmueve corazones y permite a los otros ver cómo obra Dios.
Hoy, en este día tan especial para nuestras comunidades, la invitación no es solo a rezar o colaborar económicamente, que también es importante, sino a salir en misión y desde el testimonio de vida dar a conocer esa buena noticia que es el amor de Dios, el Sacrificio de Jesús, su Resurrección y la Salvación que nos ofrece. «Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna» (Jn 3,16) esta es la clave, este es el kerigma, esto es lo que todo misionero busca transmitir desde su propia experiencia a los demás. A menudo, ni siquiera son necesarias las palabras, basta con la cercanía, el apoyo, el consuelo, con ser testimonios vivos del amor de Dios. La invitación está hecha, para ti, para mí, para todos. Solo falta ir al encuentro de los invitados y así, desde el mayor amor, mostrarles el rostro amoroso de Dios y abrirles las puertas al banquete que se ofrece cada día en la Eucaristía.
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