Hoy celebramos la fiesta de la Visitación de la Santísima Virgen María a su prima Isabel
- Santuario San Judas Tadeo
- hace 6 días
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31 de Mayo

Cada 31 de mayo la Iglesia celebra la fiesta de la Visitación de la Virgen María a su prima, Santa Isabel, quien se encontraba también en estado de buena esperanza.
Con esta celebración se cierra el mes de mayo, dedicado a nuestra Madre del Cielo. Este es, pues, un hermoso detalle previsto por la Iglesia para coronar los ejercicios de piedad o las expresiones de amor que hemos ido realizando a lo largo del mes.
Durante mayo hemos acompañado a la Virgen en los jubilosos días de Pascua; la hemos celebrado en la Advocación de la Virgen de Fátima y pronto estaremos a su lado celebrando Pentecostés (8 de junio). Aunque, quizás, sea mejor decir que fue Ella quien estuvo todo este tiempo a nuestro lado, educándonos en la fe. Cada rezo del Rosario durante este mes, cada Letanía a la Virgen, cada oración frente a su santa imagen ha sido un gesto importante para que la amemos más, la conozcamos mejor y la tengamos más presente el resto del año.
¡Dios nos conceda el don de amar a María como Jesús la amó!
Conociendo a nuestra Madre
La fiesta de la Visitación constituye esencialmente una invitación del Señor a contemplar a la Virgen María, la Madre de Dios, que salió al encuentro de su pariente Isabel para ponerse a su servicio -recordemos que Isabel estaba embarazada y era una mujer mayor-. Se trata de una oportunidad renovada para considerar el llamado a vivir el ‘amor generoso’ -amor que brota de nuestro interior cuando en él habita Jesús-.
María camino a la casa de Zacarías e Isabel es la más clara evidencia de que la Madre de Dios jamás “se cerró sobre sí misma” sino que estuvo siempre sensible y atenta a las necesidades del otro. La Madre de Dios se puso en marcha para servir en las labores domésticas sin hacer alarde de nada; acude con toda sencillez, movida por el amor a su prima, magnificado por Aquél que lleva en su vientre virginal.
María viene a visitar tu corazón
De acuerdo al relato evangélico, el ángel Gabriel anunció a María que sería la Madre de Jesús, Redentor del mundo. Luego le revelaría que su prima Isabel estaba encinta a pesar de su edad. Dios, en María, obra con grandeza delante de todos y suscita la respuesta amorosa del ser humano: la Virgen sale en ayuda de su pariente embarazada, la que será madre de Juan el Bautista, y se queda con esta por un periodo de tres meses.
Aquel gesto amable nos recuerda que María, como madre que es, ama a cada uno con un amor particular. Al mismo tiempo, evoca el “encargo” que ha de recibir en el Calvario (Cfr. Jn 19, 26-27) por el que sabemos que nunca abandonará a ninguno de sus hijos.
De esta manera, la doncella elegida por Dios se ha hecho ejemplo perfecto de cómo debemos salir también nosotros al encuentro del prójimo –llevando a Jesús en el corazón–.
Aunque pasemos por circunstancias difíciles, no perdamos la esperanza, al contrario: tengamos presente que la primera que quiere ayudarnos a tener a Jesús en nuestro interior es la Virgen. ¡Invoca su nombre sin reparos! ¡Recíbela en tu casa! Una madre como Ella jamás ha de negarse.
María, maestra de oración
Así como la Virgen nos invita a servir, así también nos invita a orar. De los textos correspondientes al episodio de la Visitación surgen dos importantes oraciones: la segunda parte del Avemaría y el canto del Magníficat.
Cuando Isabel oyó el saludo de María, “el niño saltó en su seno. Entonces Isabel, llena del Espíritu Santo, exclamó a grandes voces: ‘¡Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre! Pero ¿cómo es posible que la madre de mi Señor venga a visitarme? Porque en cuanto oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno’” (ver Lc 1, 39-56).
María, sierva del Señor, responde alabando a Dios por sus maravillas: “Proclama mi alma la grandeza del Señor; se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava…” (Lc 1, 47-48).
‘Canal de la Gracia’
San Bernardo de Claraval, a propósito de los pasajes bíblicos que acabamos de considerar, señala que “desde entonces María quedó constituida como un ‘canal inmenso’ por medio del cual la bondad de Dios envía hacia nosotros las cantidades más admirables de gracias, favores y bendiciones”.
Entre los más prolíficos devotos de la Madre de Dios está San Bernardo.
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