top of page
Verde (2).png

Hoy celebramos el Sexto Domingo de Pascua: “No pierdan la paz ni se acobarden”

  • Foto del escritor: Santuario San Judas Tadeo
    Santuario San Judas Tadeo
  • 25 may
  • 3 Min. de lectura

25 de Mayo

Hoy, 25 de mayo, la Iglesia celebra el Sexto Domingo de Pascua. Han pasado cinco semanas desde el gran domingo en que celebramos la Resurrección del Señor y empezamos el tramo final de la ‘Cincuentena’ pascual. 

En esta ocasión la Iglesia nos invita a profundizar la naturaleza del amor divino revelado a los hombres en Cristo Jesús: el amor es trinitario, el amor es ‘comunidad’ y unidad perfecta. 

Lo que ha mostrado Jesús no es otra cosa que al Padre, y ha llegado el tiempo en el que debe regresar a Él. Sin embargo, no hay razón para temer: ha de llegar el Paráclito, el Consolador, el Espíritu Santo, quien nos lo mostrará todo. La paz permanecerá en nosotros, pues así lo ha dicho Jesús en aquella última cena: «Les dejo la paz, les doy mi paz» (Jn 14, 27).

Hoy, el coro del Salmo Responsorial canta: “Que te alaben, Señor, todos los pueblos”. Y escuchemos la voz de Jesús que hoy nos dice: “No pierdan la paz ni se acobarden”. Consecuentemente, anunciemos al mundo nuestra alegría. Que a cada día de esta semana no le falte un ¡Aleluya!

VI Domingo de Pascua

La lectura del Evangelio está tomada del relato de San Juan (Juan 14, 23-29), quien prosigue el recuento de esos dichos de Jesús que constituyen su legado más íntimo, entregado a sus apóstoles; y que gracias al discípulo amado podemos conocer con una precisión y profundidad inigualables.

Jesús establece el lazo inquebrantable entre obediencia y amor. Es así como él se relaciona con el Padre. En consecuencia nosotros, si amamos a Dios, estamos obligados a obedecerle. “El que no me ama no cumplirá mis palabras”, afirma el Señor. Por el contrario, Él que es todo amor y obediencia refleja al Padre con absoluta perfección y anuncia que habrá de volver a Él, sin abandonar a los hombres. El Espíritu Santo –el amor entre el Padre y el Hijo– será enviado para enseñar todo cuanto necesitemos y nos recordará lo revelado en Jesús. El Espíritu Santo es fuente de todo consuelo y máximo intercesor. Luego, Jesús pronuncia el saludo de la paz: “La paz les dejo, mi paz les doy. No se la doy como la da el mundo. No pierdan la paz ni se acobarden”. Así, el Hijo de Dios, confirma y fortalece a sus hermanos para todo lo que ha de venir. 

El Papa Francisco reflexionaba en torno a esa paz de la que habla el Señor: «En efecto, Jesús dice: “Les doy mi paz, pero no como la da el mundo” (v. 27). ¿Qué es esta paz que el mundo no conoce y que el Señor nos dona? Esta paz es el Espíritu Santo, el mismo Espíritu de Jesús. Es la presencia de Dios en nosotros, es la “fuerza de paz” de Dios. Es Él, el Espíritu Santo, quien desarma el corazón y lo llena de serenidad… Es Él, el Espíritu Santo, quien nos recuerda que junto a nosotros hay hermanos y hermanas, no obstáculos y adversarios. Es Él, el Espíritu Santo, quien nos da la fuerza para perdonar, para recomenzar, para volver a partir, porque con nuestras solas fuerzas no podemos. Y con Él, con el Espíritu Santo,  nos transformamos en hombres y mujeres de paz» (Regina Caeli, Domingo, 22 de mayo de 2022).  


Comments


bottom of page