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Hoy celebramos el cuarto Domingo de Cuaresma

  • Foto del escritor: Santuario San Judas Tadeo
    Santuario San Judas Tadeo
  • 10 mar 2024
  • 3 Min. de lectura

En este cuarto Domingo de Cuaresma, la Iglesia nos llama a reflexionar sobre el amor de Dios. Escuchamos el discurso, según el Evangelio de Juan, de que Jesús es el Dios que da la vida a los que creen en Él. Este domingo tiene muchos nombres en la historia:

Domingo del Avituallamiento, Domingo de los Cinco Panes, Domingo de las Madres, y el conocido Domingo de Laetare. Por todos estos nombres, podemos intuir que este domingo trata de la celebración de la vida y la alegría que Dios nos ha dado.


Dios amó tanto al mundo.

Dios es "rico en misericordia" (Efesios 2,4).

Su amor adquiere un significado de ilimitada incomprensión para nosotros.

San Juan lo revela en detalle cuando dice: "Porque tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna"

(Juan 3,16).

Dios nos prepara para algo nuevo, más allá de la simple justicia. Dios extiende la misericordia a su pueblo por medio de su hijo Jesucristo. Este Dios misericordioso es aquel que en el antiguo testamento se notaba como airada.

Pero lejos de eso, el Dios del que leemos

en el Antiguo Testamento nos prepara para entender a Jesucristo en su contexto.


Dios salva a su propio pueblo a través de su misericordia, llamándolo una vez más a la luz.

¿Y por qué quiere Dios esto para nosotros?

Porque somos mejores cuando le damos a Dios lo que le corresponde. Somos más felices cuando rechazamos los falsos ídolos y, en cambio, vivimos en la gracia que nos ha sido concedida. Somos más nosotros mismos cuando alabamos y agradecemos a Dios. Y esto es lo que quiere revelarnos el cuarto Domingo de Cuaresma.


ORACIÓN PARA EL CUARTO DOMINGO DE CUARESMA.


Señor mío, si yo creo verdaderamente en Ti,

mi vida debe girar en torno a tu Palabra.

Debo estar cargado de fe, de amor, de esperanzas alegres aún en medio de mis situaciones más difíciles. Entendiendo tu sacrificio de amor manifestado en la Cruz, seré capaz de comprender todo tu poder sanador y la grandeza que encierran tus promesas.

Oh, mi Dios, te pido que abras mis ojos a tu luz,

a tu Verdad y tu justicia. Abre mis oídos a tu Palabra. Abre mis brazos a la caridad y mi boca para alabarte siempre. No quiero jamás apartarme de Ti, pues Tú eres el dador de cosas buenas. Cuando veo tu grandeza, solo veo mi pequeñez, y además, también veo el inmenso fuego con el que me quemas por dentro y pones a funcionar mi corazón.


Hoy muchos te dan la espalda, Señor, prefieren las tinieblas a la luz, muchos te rechazan y te condenan, pero Tú nos sigues amando, nos sigues esperando. Oh Padre, tanto has amado a este mundo que quisiste entregar a tu único Hijo para darnos el regalo inmerecido de la Vida Eterna.

Te pido que me des sabiduría para dar solo buenos consejos con palabras de esperanza y consuelo. Que los demás puedan ser irradiados con tu luz a través de mí.

Señor, acepto tu invitación a seguirte.

Dame fuerzas para luchar y dejar de lado las distracciones del mundo y volver la mirada hacia tu amor que todo lo completa. Te entrego todo de mí. Confío en tu amor que me guía. Que la fuerza de tu voz resuene en mis adentros y nunca pierda la luz de tu estrella. Amén.


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